Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

358. Las Dolomitas (infantil - Italia)

May 28, 2022 Juan David Betancur Fernandez Season 4 Episode 91
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
358. Las Dolomitas (infantil - Italia)
Show Notes

Había una vez en el norte de lo que hoy es Italia un reino muy rico y prospero. Los habitantes de aquella región de los Alpes vivían muy felices puesto que tenían todo lo que necesitaban. Todos excepto uno. El hijo del rey. Este príncipe que todo los tenía acogía dentro de si un deseo inalcanzable. Quería ir a la luna. 

Un día, Este príncipe que le gustaba salir de cacería  se perdió en el bosque y sin poder regresar a su castillo se acostó en un prado lleno de una flor roja llamada Rododendro. Durante la noche soñó que había una bella princesa que se encontraba rodeada de flores blancas y el galantemente le regalaba un manojo de Rododendros rojos. Cuando se despertó, el príncipe sintió la necesidad de recoger rododendros formando un hermoso ramillete de flores rojas. De pronto oyó algunas voces que provenían de lo mas alto de las montañas, así que decidido comenzó a caminar a la cima de aquel pico y pasando las altas nubes encontró que allí en lo alto de aquella montaña había dos hombres muy blancos y viejos. Estos se disculparon con el joven príncipe y le dijeron que eran habitantes de la luna y que se encontraban allí por error. El joven príncipe se emocionó mucho al oír la procedencia de aquello hombres y les dijo que su mayor anhelo en la vida era viajar a la luna. Los dos viejos, todavía apenados por haber sido descubiertos allí en la tierra decidieron llevar a aquel muchacho a la luna. Cuando llego a la luna, el joven vio que todo allí era blanco, las montañas blancas, los prados blancos, las flores blancas y los lagos blancos. Todavía con su ramo de flores rojas en su mano le pidió a sus acompañantes que lo llevaran a la presencia de el rey de la luna. El rey era un anciano con una larga barba gris y se encontraba acompañado de su hija e inmediatamente el príncipe la reconoció como la princesa que había visto en su sueño y como había soñado le regalo a la joven su manojo de flores rojas, que la joven acepto gustosa ya que nunca había visto nada de otro color. 

Debido a su gesto galante el joven fue invitado a quedarse en la luna y el gustoso se quedo allí en el palacio mientras cortejaba a la bella princesa blanca de la luna. 

Con el tiempo el príncipe empezó a notar que su vista, que no estaba acostumbrada a la intensa luz plateada de la luna comenzaba a fallar y temeroso de quedar ciego, se sintió en la obligación de volver a la tierra. Pero enamorado como estaba de su princesa lunar le pidió al rey que le permitiera viajar con su hija a la tierra. El rey de la luna, apesadumbrado por perder a su hija acepto pues veía que su hija realmente amaba a aquel príncipe terraqueo. 

El príncipe trajo finalmente a su hermosa prometida y se la presentó a su padre el rey y esta fue acogida en aquel reino. Ella por su parte había traído de regalo un manojo de flores blancas que sembró en las laderas de aquellas montañas y que hoy se conocen como las flores de la nieve o edelweiss.

 La princesa sobresalió desde el principio ya que su belleza irradiaba una luz blanca y reluciente que era la admiración  de todas las demás mujeres del reino. Pero no todo todo era perfecto. 

La princesa adoraba la belleza multicolor de las flores, los prados, los ríos , los lagos y los cielos, pero el color oscuro de los altos picos de los Alpes le producían un temor profundo. Ella acostumbrada a que las montañas de su luna natal fueran blancas y brillantes encontraba que las oscuras montañas de aquel reino le ensombrecían el alma.

Con el tiempo aquella sombra se convirtió en enfermedad y desesperanzada de no poder ver de nuevo sus montañas blancas lunares a punto estuvo de morir. Solamente la intervención afortunada de su esposo el  príncipe que la regreso de nuevo a la luna le salvo la vida. 

Allí se recuperó, pero el recuerdo de su amado esposo no la dejaba ser feliz. Por su parte el príncipe tampoco podía encontrar la paz. Sabía el que no podría vo