Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

368. El caño de oro

August 01, 2022 Juan David Betancur Fernandez Season 5 Episode 1
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
368. El caño de oro
Show Notes

Había una vez un rey que durante años  había regentado un reino muy próspero y rico. El rey un hombre poderoso pero igualmente avaro se había encargado de guardar riqueza en forma desmedida a consta de sus súbditos que cada día se sentían más y más usurpados por el poder de aquel rey. 

 

Un día paso por allí un sabio que se entrevistó con el rey y después de muchas sesiones de consejos, el rey llego a la conclusión que debía conocer mejor las personas de su país. Así que decidió comenzar con conocer al más tonto de sus súbditos para recompensarlo por la desgracia de ser el más tonto de todos . Para esto llamo un sacerdote que vivía retirado en las montañas meditando y le encomendó que tomara una caña de oro y que recorriera palmo a palmo su reino tratando de identificar aquel que fuera el más tonto y a él le regalara el caño de oro. 

 

El monje, fiel sirviente de aquel rey, emprendió camino con su caño de oro y comenzó a visitar todos y cada uno de los pueblos de aquel reino. Allí donde entraba preguntaba quien era considerado como el más tonto del pueblo y acto seguido iba directamente a la casa del tonto del pueblo y lo entrevistaba. Con unas cuantas preguntas podía identificar si aquel era realmente tonto o si simplemente se hacía. Y cuando encontraba un ser realmente tonto, tomaba nota de su ubicación en una pequeña libreta y luego partía hacia otro pueblo. Siendo aquel reino enorme, el monje sabía que tendría que pasar muchos años antes de hacer el recorrido por todos y cada uno de los pueblos, pero sabía que era su deber hacerlo para complacer a su rey. 

 

Con el pasar del tiempo aquel monje conoció muchos hombres que eran considerados tontos por los habitantes de su comarca o pueblo, pero en su lista de candidatos todavía no tenía claro quién podía ser el más tonto de todos. 

 

Había iletrados, había despistados, había perezosos, había incultos y había vivos haciéndose pasar por bobos, pero tenía claro que debía conocerlos a todos antes de emitir un juicio para entregarle la caña de oro. 

 

Pasaron los años y estando en un lejano  pueblo en su búsqueda de aquel desdichado que el considerara el más tonto de los tontos, le llegó la noticia que el rey había caído enfermo y que no quería morir sin saber si el monje había encontrado el tonto supremo. El más tonto de los tontos. Por lo tanto, requería de su presencia lo antes posible. El monje tomo el camino más corto hacia el palacio del rey y una vez cruzo las puertas del palacio fue llevado al fabuloso aposento del rey donde este estaba acostado en su lecho. El aposento estaba adornado con piedras preciosas y los cortinajes eran tejidos de fibras de oro. 

 

El rey se encontraba acostado luciendo sus más bellas prendas igualmente tejidas en oro y adornadas de piedras preciosas, lo que resaltaba aún más la piel deslustrada y palida debido a la enfermedad. El rey desde su lecho de moribundo alcanzo a reconocer la figura simple de aquel monje que había enviado a recorrer en busca del más tonto de su reino y con voz cansada le pregunto si ya había entregado el caño de oro a aquel desgraciado ser de su reino. 

 

El monje levanto su mano mostrando el caño a su rey y este comprendió que aún no había cumplido con la misión, luego le dijo. 

 

Que desdichado soy, veo la muerte cerca y veo que todo lo que he recogido durante mi vida esta aquí junto a mi. Mi palacio, mi riqueza, mis posesiones, mi oro, mis piedras preciosas. Todo lo que he atesorado durante estos años Dime tu humilde siervo que puedo hacer para llevármelas conmigo 

 

El monje levanto la cabeza y sin decir ni una sola palabra le puso  el caño de oro entre las manos de aquel rey que expiraba sus últimos alientos.