Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

302. La luz (Leyenda Warao - Venezuela)

November 03, 2021 Juan Betancur Season 4 Episode 29
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
302. La luz (Leyenda Warao - Venezuela)
Show Notes

Había una vez un mundo Warao en lo que hoy conocemos como el delta del rio Orinoco en Venezuela. Al principio la gente Warao vivía en la oscuridad. Los warao buscaban la palma yuruma para alimentarse  en tinieblas y sólo se alumbraban con candela que sacaban de la madera ya que en ese entonces, no existía ni el día ni la noche.

Un hombre Warao que tenía dos hijas supo un día que había un joven que se decía que era dueño de la luz. Por lo tanto  Llamó a su hija mayor y le dijo:

-Ve donde está el joven dueño de la luz y me la traes y asi podremos buscar los alimentos sin necesidad del fuego.

Ella tomó el mapire que es un canasto redondo y partió en busca de aquel muchacho que tenia la luz. Pero encontró muchos caminos diferentes por la ruta en la que iba caminando, y tomó el que la llevó a la casa del venado. Allí conoció al venado y se entretuvo jugando con él olvidándose de lo que le había mandado hacer su padre.

Luego regresó donde su padre, pero no traía la luz. Entonces el padre resolvió enviar a la hija menor:

-Ve donde está el joven dueño de la luz y me la traes. La muchacha que era mas lista que su hermana mayor tomó el buen camino y después de mucho andar, llegó a la casa del dueño de la luz.

Vengo a conocerte -le dijo, a estar contigo y a obtener la luz para mi padre.

Y el dueño de la luz le contestó:

-Te esperaba. Ahora que llegaste, vivirás conmigo.

El joven tomó una caja, el llamado torotoro, que tenía a su lado, y con mucho cuidado, la abrió. La luz iluminó sus brazos y sus dientes blancos. Y también el pelo y los ojos negros de la muchacha.

De esta manera la joven descubrió por primera vez la luz, pero el joven después de mostrársela la guardo de nuevo en el torotoro. 

Todos los días, el dueño de la luz la sacaba de su caja y hacía la claridad para divertirse con la muchacha.

Así pasó el tiempo. Jugaban con la luz y se divertían. Por fin, la muchacha recordó que tenía que volver con su padre y llevarle la luz que había venido a buscar.

El dueño de la luz, que ya era su amigo, se la regalo diciendole

-Toma la luz. Así podrás verlo todo.

La muchacha regresó donde su padre y le entregó la luz encerrada en el torotoro. El padre tomó la caja, la abrió y la colgó en uno de los troncos que sostenían el palafito que les servia de vivienda sobre el delta de agua. Los rayos de luz iluminaron el agua del río, las hojas de los mangles y los frutos del merey.

Al saberse en los distintos pueblos del Delta del Orinoco que existía una familia que tenía la luz, comenzaron a venir a conocerla. Llegaron en sus pequeñas embarcaciones llamadas curiaras desde el caño Araguabisi, del caño Mánamo y del caño Amacuro. Curiaras y más curiaras llenas de gente y más gente.

Llegó un momento en que el palafito no podía ya soportar el peso de tanta gente maravillada con la luz. Y nadie se marchaba porque no querían seguir viviendo a oscuras, porque con la claridad la vida era más agradable.

Por fin, el padre de las muchachas no pudo soportar más a tanta gente dentro y fuera de su casa.

-Voy a acabar con esto -dijo- Si todos quieren la luz, allá va.

Y de un fuerte manotazo, rompió la caja y lanzó la luz al cielo.

El cuerpo de la luz voló hacia el Este y la caja hacia el Oeste.

Del cuerpo de la luz se hizo el sol. Y de la caja en que la guardaban, del torotoro, surgió la luna.

De un lado quedó el sol y del otro, la luna.

Pero como todavía llevaban la fuerza del brazo que los había lanzado, el sol y la luna marchaban muy rápido. El día y la noche eran muy cortos, y amanecía y oscurecía a cada rato.

Entonces el padre le dijo a su hija menor:

-Tráeme una tortuga morrocoy. Y su hija obedientemente se acerco a la orilla y tomo una tortuga entre sus manos y se la llevo a su padre. Este tomo en sus manos el morrocoy, esperó a que el sol estuviera sobre su cabeza y se lo lanzó, dicién