Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
411 d. El Pino (4/5) Hans Christian Andersen
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Y a la A la mañana siguiente entraron dos criados.
El pino emocionado vio como se acercaron a el y pensó
“Ahora las cosas volverán a ser como ayer, me pondrán todos los adornos y las luces otra vez. Pero los dos criados lo tomaron con mucha dificultad por su gran tamaño y arrastrándolo lo sacaron de aquel salón y lo llevaron escaleras arriba hasta el ático, donde ni siquiera entraban los rayos de sol. Y allí lo dejaron, en un oscuro rincón de aquel polvoriento atico.
El arbol extrañado se preguntaba… Que sucede… que significa esto. Que hago aquí arriba, nadie me va a mirar y admirar. No podré escuchar los cuentos desde aquí.
Y recostado a la pared, el pino se quedo pensando y pensando es su destino. Y el arbol si que tenía tiempo para pensar. Pasaban los días y las noches y nadie subía a aquel oscuro ático. Un día cualquiera sintió que alquien abria la puerta y su corazón salto de gozo, pero el sirviente que entro simplemente dejó unas cuantas cajas en un rincón y sin siquiera mirarlo se marchó. Parecía que lo habían olvidado totalmente.
El pino se decía a si mismo “que considerados son conmigo estos humanos , ahora es el invierno afuera y la tierra esta dura y cubierta de nieve, de modo que sería imposible que me plantasen; me están resguardando aquí hasta que llegue la primavera. ¡Qué buena es la gente!… Si este sitio no fuera tan oscuro y tan terriblemente solitario!… Ni siquiera hay algún conejito. Que feliz era yo cuando la nieve lo cubria todo allí en mi pradera y en el bosque y aquel conejito llegaba saltando. Incluso cuando saltaba sobre mi, aunque en ese momento no me hacia mucha gracia que lo hiciera. Pero lo extraño ya que aquí me siento muy solo.”
De pronto sono un cuic. -¡Cuic! – era el sonido de un un ratoncito que en ese momento se colaba por una grieta de la pared, luego otro y luego otro. Los ratoncitos comenzaron a husmear el pino y rápidamente se deslizaron por el tronco hacia sus ramas.
-Hace un frío terrible afuera-dijeron los ratoncitos-, aunque éste es un espléndido sitio para estar y . ¿No te parece, viejo pino?
-Yo no soy viejo -respondió el pino indignado-. Hay muchos árboles que son más viejos que yo.
Los ratoncitos curiosos le preguntaron -¿De dónde has venido? -, ¿qué puedes contarnos de tu vida ? Que hermosos lugares has visitado. ¿Has estado en la despensa donde los quesos llenan los estantes y los jamones cuelgan del techo, donde se puede bailar sobre velas de sebo y el que entra flaco sale gordo?
-No -respondió el pino-, no conozco esa despensa de la que ustedes preguntan, pero en cambio conozco el bosque donde brilla el sol y cantan los pájaros.
Y el pino comenzó a contarlos sobre los días en que era joven. Los ratoncitos no habían escuchado nunca nada semejante y con toda atención le siguieron cada una de sus palabra.
-¡Wow… mira que has visto muchas cosas interesantes! -dijeron-. ¡Qué feliz habrás sido!
-¿Yo? -preguntó el pino, y se puso a pensar en lo que acababa de decir y en lo que los ratoncitos le decían-. Sí, es cierto; habían sido realmente tiempos muy agradables.
Y pasó a contarles luego lo ocurrido en Nochebuena, y cómo lo habían adornado con pasteles, manzanas y velas.
-¡Oooh! -dijeron los ratoncitos maravillados-. ¡Sí que has sido feliz, viejo pino!
-Yo no soy viejo -repitió el pino-. Fue solamente en este mismo invierno cuando salí del bosque. Aún estoy en plena juventud: lo único que pasa es que, por el momento, he dejado de crecer.
-¡Qué lindas historias nos has contado! -dijeron los ratoncitos. Y a la noche siguiente regresaron con otros cuatro que querían escuchar también las historias y los relatos del pino. Mientras más cosas contaba en sus historias, mejor iba recordando todo lo que había vivido anteri