Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
505. El Don Especial (Infantil)
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Juan David Betancur
elnarrodororal@gmail.com
En una pequeña aldea escondida entre los pliegues de las montañas, vivía un joven llamado Larin . Era conocido por su inquebrantable optimismo y su amor por los cuentos de hadas. Un día, mientras exploraba el bosque cercano, encontró un extraño cofre tallado con símbolos antiguos.
Curioso, Larin abrió el cofre y descubrió dentro un mapa detallado que
parecía llevar a un lugar misterioso llamado "El Valle de las
Estrellas". Como Larin había nacido con el deseo de aventura en su cuerpo
y Movido por la emoción de poder explorar nuevos lugares más allá de su aldea, decidió
emprender el viaje hacia ese destino desconocido.
Con una mochila ligera y su corazón lleno de esperanza, Larin siguió el
mapa a través de senderos enmarañados y prados silvestre, Decidido siguió su
camino y llego a un bosque profundo, tan profundo que la luz del sol no penetraba
el follaje de los altos arboles. Lo primero que noto es que a su alrededor
brillaban una luces de colores y sonaban melodías encantadoras. Allí en lo profundo
de aquel bosque comenzó a ver criaturas que nunca había imaginado. Podia ver
las hadas que sus abuelos le habían hablado cuando era pequeño, encontró duendes
que saltaban de roca en roca y podía ver las pequeñas casa de los gnomos. Pero lo que más le llamo la atención fue la
presencia de un troll que dormido hacia temblar los arboles a su alrededor. Fascinado
con esto comenzó a anotar todo lo que veía para que nunca se le olvidara.
Cada encuentro con alguno de estos seres le fortalecía su resolución de continuar caminando y le recordaba la magia que existe en el mundo.
Después de días de viaje, llegó a un valle oculto entre las montañas,
iluminado por la luz de estrellas centelleantes que adornaban los árboles. Era
el Valle de las Estrellas, un lugar donde la realidad y la fantasía se
entrelazaban de manera asombrosa. Había un grupo de unicornios que se reunian en los arroyos y árboles que susurraban
secretos de tiempos antiguos.
En el centro del valle, Larin descubrió una fuente resplandeciente que, según le dijo una anciana sabía que recogia agua de la fuente, concedía deseos a aquellos que creían en la magia, pero que ese deseo debía guardarse en lo más profundo de su ser. Con ojos brillantes y un susurro lleno de sueños, Larin formuló su deseo más profundo e inmediatamente su cuerpo y su alma se transportaron a su hogar en los pliegues de las montañas.
Al regresar a su hogar, la gente de la aldea se maravilló al verlo allí, sabían
que había partido semanas antes y nadie lo había visto regresar.
Todos fueron a visitarlo y al verlo tan lleno de felicidad le comenzaron a preguntar que donde había estado y que llenaba de tal energía y felicidad.
Larin comenzó a contarles sus aventuras y como había conocido las hadas, los duendes, los gnomos, los trolles, los unicornios. Todos simplemente lo escuchaban pero asombrados le solicitaban que les contara más historias de sus viajes.
Larin llevaba consigo el recuerdo del viaje y la certeza de que la magia está en todas partes para aquellos que tienen el corazón abierto a las maravillas del mundo. La aldea, ahora iluminada por la luz de las estrellas, prosperó con una nueva energía, recordando siempre las historia de aquel joven que había el joven que creyó en la magia y la compartió con su comunidad. Larin sabía que su deseo secreto se había vuelto realidad. Allí junto a la fuente de agua había pedido que los dioses le dieran un don muy especial. quería compartir la magia y la esperanza que había encontrado en el Valle de las Estrellas con su aldea natal. Larin había pedido que le diera el