Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
577. El rey y el mendigo
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Juan David Betancur
elnarradororal@gmail.com
Habia una vez un niño que había nacido de muy noble cuna. Su padre era un rey muy justo y bueno que había dedicado su vida a servir a su pueblo. El rey desde que nacio el niño trato de ensenarle como gobernar y como ganarse el favor de sus súbditos. Así que desde pequeño el niño comenzó a asistir a las diferentes sesiones en las cuales su padre recibía a los cortesanos.
Desde muy temprana edad el muchacho mostraba cierta apatia por las funciones de sus padre. Así que cuando los habitantes del reino llegaban a solicitar algún favor de su rey, el niño no mostraba ningun respeto por ellos y muchas veces se reia o burlaba de la apariencia o de las necesidades de los que allí asistían.
El rey padre cada día se sentía más y más frustrado por la insolencia de su hijo y un día decidio enviar a su hijo a lejanas tierras para que creciera lejos del palacio.
Paso el tiempo y el rey viejo murió. Al morir los emisarios del reino viajaron hasta la más remota localidad y encontraron allí al joven ya convertido en un muchacho de unos veinte anos. El muchacho recibió a los mensajeros y con el natural dolor de recibir la noticia de que su padre había muerto se alisto para viajar al castillo real y allí adoptar el papel de rey.
Cuando llego al castillo mando a llamar a todos los asesores de su padre y cuando todos estaban presentes los mando a matar diciendo que el no necesitaba de consejos de nadie. Solamente dejo solo tres hombres. El más viejo de los asesores de su
El joven ya con el poder absoluto comenzó a vivir como un rey despota con poco cuidado de los intereses de los pobladores y comenzó a crecer el descontento entre los habitantes.
Un día el viejo asesor le dijo al rey que había detectado entre los cortesanos gran malestar y que al igual que lo había hecho su padre debería permitir que sus súbditos pudieran manifestarle su opinión y necesidades.
El joven rey rio a carcajadas y para burlarse de las recomendaciones de su viejo asesor mando a que le trajeran a su presencia a los primeros tres cortesanos que se encontraran en la plaza del pueblo.
Los guardias salieron raudos y llegando al pueblo vieron un comerciante, un albañil y un viejo mendigo. A los tres los montaron en un carruaje y los llevaron al castillo. A empujones los llevaron a la presencia del joven rey.
El rey se levanto del trono y acercándose a el comerciante le pregunto.
Dime que soy yo. Un tirano o un gobernante.
El comerciante que tenía gran experiencia en llevar palabras lisonjeras a los oídos de los hombres le dijo.
Su majestad no soy digno de expresar mi opinión sobre la grandeza de su persona, pero ya que usted me lo pide le puedo decir que usted sin duda alguna es un gran gobernante.
Un gran gobernante dices tu…. Tamaña insolencia decirme que soy un gran gobernante sin que tu mismo lo puedas creer. Guardias llévenselo inmediatamente y ejecútenlo.
El albañil y el mendigo vieron con asombro como se llevaban a aquel comerciante y se prepararon para recibir la misma pregunta.
Oye tu albañil acércate a mi y dime. Yo que soy yo. Un tirano o un gobernante. El albañil que ya conocía la suerte de aquel que dijera que era un gobernante no titubeo y con voz fuerte le dijo. Tu eres el más grande tirano que hay en el mundo. Tu eres eso un Tirano.
Fue tal el entusiasmo con que el albañil dijo eso que el joven rey titubeo y luego de un corto silencio le dijo. Valiente eres de decirme eso pero igualmente me siento insultado por como me calificas. Guardias llévense y ejecútenlo.