Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
588. El helecho y el bambú
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Juan David Betancur
elnarradororal@gmail.com
Había una vez un hombre que estaba pasando por una etapa de su vida muy difícil. Este hombre había dedicado muchos anos de su vida a prepararse intelectualmente con la confianza de que algún día sus esfuerzos serian recompensados. El hombre había terminado sus estudios y había salido a buscar empleo, pero en aquella época en particular la región en la que vivía estaba pasando por una gran crisis y no encontraba un trabajo relacionado con sus estudios. El hombre tenía esposa e hijos y había aceptado un trabajo muy inferior a sus condiciones intelectuales. Además veía como otros de sus amigos que no habían dedicado el tiempo a estudiar como el lo había hecho ya tenían buenos ingresos y podían mantener sus hogares sin afugias .
El hombre que pese a haber estudiado durante un buen numero de años se sentía envidioso de sus compañeros de la infancia y desanimado decidio salir a buscar el consejo de un sabio que vivía en lo alto de una montaña alejado del pueblo.
Después de recorrer varios días el sendero que lo llevaba a la montana, llego por fin a un bosque de bambú que danzaban y producían un bello sonido cuando el viento los recorria, maravillado por la belleza de aquel bosque y por el canto que este producía el hombre recorrió los últimos metros de su travesía con un aliento en su alma que hacia días no sentía y se encontró finalmente a las puertas de una casa modesta pero muy acogedora.
Allí en la entrada había una pequeña campana y con un poco de temor y vergüenza la toco. Su sonido igualmente hermoso lo lleno de alegría y suavemente la puerta comenzó a abrirse. Ante si estaba un hombre de edad indescifrable con una gran barba y una mirada profunda. Cada uno de sus rasgos anunciaba sabiduría. Con voz suave el anciano le dijo.
Bienvenido. Dime quien eres y que te acontece.
El hombre sorprendido por lo directo del mensaje, le dijo su nombre y con dificultas le dijo que el se sentía muy desanimado ya que su vida profesional no estaba siguiendo la ruta que el pensaba debía seguir. Le contó su profesión, y su trabajo actual y como veía que estaba viviendo por debajo de su potencial.
El sabio simplemente sonrio con dulzura, tomo su cayado y saliendo de la casa invito al visitante a que lo siguiera, caminando regreso a el origen de aquel bosque y allí en la entrada había un pequeño matorral de helechos y el bosque de bambú.
Parados allí el sabio le dijo. Mira estos helechos y estos bambús los sembré hace 20 años cuando me vine a vivir a las montañas. He de decirte que los sembré uno junto al otro y espere que crecieran.
El helecho creció muy rápidamente y para mi fue muy agradable ver como su color verde esmeralda brillaba a la salida del sol. El bambú en cambio no germinaba. Sin embargo yo confiaba en el.
Al siguiente año el helecho seguía creciendo y reproduciéndose. Pero el bambú nada. No germinaba, y el helecho seguía prosperando.
Al tercer año el helecho ya había cubierto una tercera parte de el tamaño actual y solamente al cuarto año un muy pequeño brote de bambú se asomaba tímidamente sobre la tierra, imperceptible casi en contraste con el helecho. Pero yo seguí teniendo fe en el bambú y seguí regándolo y abonándolo cuando era necesario.
Cuando llego el quinto año y el bambú comenzó a desarrollarse y su tallo y sus hojas empezaron a crecer al recibir la luz del sol y en menos de seis meses ya tenía más de 5 metros de altura, mientras el helecho ya había alcanzado su máximo tamaño. El bambú siguió creciendo y rápidamente su altura paso a ser de 30 metros y después de un buen numero de años sus semillas