Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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17. El sirviente y la muerte
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Había una vez un señor caballero muy bondadoso que dejó ir a su sirviente al pueblo donde se celebraba la feria anual de la cosecha. El Sirviente recorrió todo el pueblo de bar en bar y después de algunas horas de diversión se preparaba para regresar al castillo donde su señor lo estaría esperando.
Saliendo de la plaza del pueblo el sirviente entró a uno de los callejones de aquel viejo pueblo, la llamada calle de cuchilleros, ya que se sentía un poco mareado. Se recostó cerca de un arco que unía dos grandes casas y allí recostado mirando hacia el arco vio una figura que se asomaba por la ventana de aquel arco. Al principio lo costó trabajo reconocer la figura, pero esta se dio vuelta y lo miró de frente y rápidamente se dio cuenta que era la muerte. El sirviente vio como ella lo miraba con sus grandes ojos y le hacia una mueca que lo dejo helado.
El sirviente se paro rápidamente y del susto su cuerpo se recuperó de la noche de fiesta y licor que había pasado. Temblando salió corriendo y justo antes de cruzar la esquina del callejón para tomar la calle principal se volvió de nuevo y vio como la muerte se encontraba aun parada frente a la ventana mirándolo fijamente.
El sirviente salió corriendo del pueblo y cogió el camino que llevaba hacia lo alto del cerro donde se encontraba el castillo de su amo. Durante el camino no se atrevió a parar o descansar por miedo a que la muerte lo alcanzara. Y así llego hasta la puerta del castillo y rápidamente subió al último piso donde el señor tenia sus aposentos y sin dudarlo entró a la habitación sin llamar a la puerta.
El caballero sintió como alguien jadeando entraba en su habitación y alcanzo a ver la figura de su sirviente pálido y sudoroso. El preocupado le preguntó que le pasaba y el sirviente le dijo.
Mi Señor, le dijo con un llanto entrecortado. Me he visto cara a cara con la muerte. Cuando salía de la fiesta del pueblo he entrado a la calle de los cuchilleros y allí en el arco que une las dos casas, se encontraba la muerte. Se que me estaba buscando porque me miró, me abrió los ojos y me hizo una mueca terrible, y mientras salía huyendo de allí me siguió con su gélida mirada. Señor la muerte ha venido por mi.
Por favor señor déjeme ir, no quiero que la muerte me alcance. Yo se que si salgo esta misma noche a caballo y corro todo el día podré llegar mañana en la noche a Carachi, mi pueblo natal y allí me podré esconder de ella y no me encontrará.
El caballero que apreciaba mucho a su sirviente se levanto y lo tomoó por el brazo y lo llevó rápidamente a las caballerizas. Allí tomó su mejor caballo y se lo entregó mientras le ponía varias monedas de oro en la alforjas de su montura.
Y le dijo toma este caballo y estas monedas y vete ya mismo para que la muerte no te encuentre. Corre…
El sirviente montó el caballo y salió galopando en dirección a carachi como alma que lleva el diablo
El caballero que había notado un olor alcohólico en su sirviente y que además era bastante desconfiado y que no creía en historias extrañas y menos con la muerte, decidió ir el personalmente al pueblo y verificar que era lo que había pasado con su sirviente.
Una vez en el pueblo se dirigió a la calle de cuchilleros, una lúgubre callejuela con un puente de arco que comunicaba dos grandes casas. Allí entrando se plantó frente al arco y de pronto vio salir por una ventana a la muerte. Tal y como lo había descrito su sirviente. El caballero que aparte de bondadoso era muy valiente, se atrevió a hablarle a la muerte y le dijo.
Oye tu, si tu la muerte, se que te has encontrado con mi fiel sirviente y me ha dicho que lo has asustado.
La muerte con su voz profunda le replicó
Asustar en ningún momento. No yo no pretendía asustarlo. El me vio a mi cuando en